31 de marzo de 2007

PERFUME, LA HISTORIA DE UN ASESINO.

"PERFUME, LA HISTORIA DE UN ASESINO" (Alemania / Francia / España - 2006) Duración: 147 minutos. Dirección: Tom Tykwer. Intérpretes: Ben Whishaw, Alan Rickman, Rachel Hurd-Wood, Dustin Hoffman. Guión: Andrew Birkin, Bernd Eichinger y Tom Tykwer, basado en la novela "El perfume" de Patrick Süskind. Producción: Bernd Eichinger. Música: Tom Tykwer, Reinhold Heil y Johnny Klimek. Fotografía: Frank Griebe.
Calificación: CAR LOST

Perfume es un filme que trata sobre el sentido del olfato. Su esencia son los olores, los aromas, los perfumes; y esa es precisamente su mayor dificultad y su más engorroso problema. Las artes, en términos generales, se basan en los sentidos de la vista y el oído, y el cine no es la excepción (es un producto audiovisual). El olfato (sentido que centra nuestra atención), junto al tacto y el gusto, desde la perspectiva estética, siempre han sido considerados sentidos de segunda. El oler algo es una sensación que necesita extremadamente de la descripción para poder materializarse. Y la duda que plantea el filme de Tom Tykwer es como llevar a cabo esa materialización en términos cinematográficos; o sea, imágenes y sonidos.
Perfume es la adaptación de la novela homónima de Patrick Süskind publicada en 1985. Y más que la de un asesino, es la historia de una obsesión. Obsesión poco común en el cine: la de los olores. Jean-Baptiste Grenouille, el protagonista del filme (magníficamente interpretado por la actuación soberbia del desconocido Ben Whishaw), es un ser único con un don excepcional. Él tiene la habilidad (y al mismo tiempo la maldición) de identificar la totalidad de los olores que desprenden todas las cosas del mundo, así como de dividirlos, recomponerlos y combinarlos de miles de formas. Y paradójicamente él no posee un aroma propio que lo identifique.
La narración se toma su tiempo para adentrarse en el conflicto central. Igualmente esa introducción resulta entretenida y necesaria. El espectador, en primer lugar, descubre los secretos y el arte mismo del perfume. Y en segunda instancia el filme intenta desarrollar la, más que interesante, psicología del personaje. Solo dotado por el poder de su nariz, Jean-Baptiste no posee inteligencia alguna, tiene dificultades para comunicarse, vive una sufrida existencia, y por sobre todo nunca ha sentido el calor del amor. Al momento de uno de sus descubrimientos olfativos más intensos y perturbadores, el de una mujer, se produce un giro en la historia. El impedimento que sufre Jean-Baptiste al no poder retener por siempre el aroma excitante del amor lo lleva a tomar su determinante medida.
Decidido a perpetuar en un perfume (el más exquisito y bello) la esencia misma del alma humana, la naturaleza del amor y la belleza, Jean-Baptiste comienza, casi sin darse cuenta, a llevar a cabo los asesinatos de las hermosas jovencitas a los cuales ha de extraer su hedor inocente, ingenuo y virginal.
Sin lugar a dudas la historia es más que encantadora y sugestiva. Pero su realización en términos cinematográficos presenta varias falencias que hacen de Perfume una obra irregular e inacabada, con grandes y aplaudidos momentos y otros que dan vergüenza.
Tal como lo sentencié al comienzo, la sensación olfativa se presenta como toda una originalidad en el cine. Los orígenes literarios del filme son imposibles de ocultar (por mas que uno no haya leído el libro se da cuenta de ello). La fuerte y marcada presencia de un orador o narrador que explica al espectador todo aquello que las imágenes y sonidos no pueden mostrar (y en muchos caso no quieren mostrar) es una prueba más de la dificultad para plasmar el sentido del olfato y sus consecuencias en un medio como el cinematográfico.
Es por ello que los excesivos planos centrados en la nariz de Jean-Baptiste aspirado profundamente parecen ser la opción más fácil para representar los momentos de exploración olfativa. Pero afortunadamente hay ciertos pasajes del filme que se oponen a ello. El comienzo de la película es un claro ejemplo y quizás el fragmento mas logrado de la misma (que genera la falsa ilusión de estar presenciando una obra maestra). Jean-Baptiste nace en el mercado de París y es abandonado por su madre. En ese ambiente hediondo y putrefacto el protagonista vive el descubrimiento de su don. Una serie de planos detalles y planos cortos ilustran los olores percibidos sucediéndose en un inteligente y efectivo montaje. Este recurso se repite varias veces y es uno de los mecanismos más creativos llevados a cabo por el director. Como así también el potente lirismo y la dulce poesía que se desprenden de fragmentos como el que retrata el primer asesinato cometido (Jean-Baptiste quiere capturar con sus manos el olor que desprende la joven), o cuando Giuseppe Baldini huele una de las fragancias elaboradas por el atormentado joven, o al momento que este reconoce a la distancia el aroma de Laura, cuyo hedor es el último ingrediente para su perfecta receta.
Lamentablemente el clímax del filme queda atrapado en la delgada línea que separa lo exigible por la historia y lo permisible en el filme. El director toma la decisión de abandonar los recursos de los que se valió durante el transcurso de todo el metraje para dar lugar a un experimento visual de dificultosa comprensión y carente de todo rigor estético. Lo que debería haber sido la representación mas grande de la experiencia del amor se plantea como una burda orgía popular esteriotipada al extremo. La presentación que realiza Jean-Baptiste de su perfume ante la multitud, reunida en la plaza de Grasse para presenciar su ejecución, pierde por completo su fuerza catártica y climática. Aquello que necesitaba estar inundado de magia e hipnotismo parece una chorrera de idiotizados y voluptuosos cuerpos al desnudo que dicen amarse (producto de la locura generada por el perfume), cuando en realidad se trata de una exagerada e inverosímil secuencia mas cercana a un filme condicionado que al sentimiento del amor. Uno deduce que la metáfora literaria fue tomada al pié de la letra y por ello pierde todo su sentido. La imaginación, que debería ser la escultora de ese momento cinematográfico, no tiene lugar ya que todo es obvio, explícito y para nada sutil.
El epílogo no escapa a esto y el deboramiento de Jean-Baptiste por parte de los parisinos, aquellos que nunca vivieron el amor, carece de toda interpretación. Al momento que el personaje se entrega, chorreado por su creación, para vivir el amor, algo comienza a oler mal. La perdición que vive la criatura es la perdición del filme.
El interrogante sobre como trasladar el sentido del olfato al medio cinematográfico es respondido, hasta el momento, por el filme del director Tom Tykwer (“Corre, Lola, Corre”). Frente al análisis uno deduce que la única forma de contar esta historia (hasta ahora) es esta. Pero sin lugar a dudas el mayor mérito del filme es el de despertar el interés en la lectura del libro. Cosas raras que suceden gracias al cine.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hola nene!!! la verdad es que te comento sin haber leido nada... es demasiado largo... muchisimo tiempo insume esto.... asi que otro dia lo leo mas detenidamente....

bueno che... te quiero mucho sabias??????


besotes

consu

Carlos Ignacio Trioni dijo...

Usuaria Consu... las palabras no muerden, tal como los libros. Dediquele mas tiempo a la actividad cultural que le va a hacer bien al alma y al cuerpo.
El Sr. T le dice que el tambien la quiere mucho. Siga sus consejos.

El Administrador.