"LA CIÉNAGA" (Argentina 2000) Duración: 100 min. Dirección y guión: Lucrecia Martel. Interpretación: Graciela Borges (Mecha), Mercedes Morán (Tali), Martín Adjemián, Leonora Balcarce, Silvia Baylé, Sofia Bertolotto, Juan Cruz Bordeu, Noelia Bravo Herrera, María Micol Ellero, Andrea López , Sebastián Montagna. Producción: Lita Stantic. Fotografía: Hugo Colace. Montaje: Santiago Roi Ricci. Dirección artística: Graciela Oderigo. Decorados: Cristina Nigro.
Calificación: CAR LOST
Intentar diferenciar la historia del discurso en el filme “La Ciénaga” es un aspecto muy difícil. O quizás lo verdaderamente difícil sea poder reconocer, en la ópera prima de la salteña Lucrecia Martel, cierta progresión dramática a la que estamos acostumbrados en el estándar del cine universal. Pero, ¿porque juzgar al filme por esta carencia, cuando quizás sea ese uno de los recursos mejor trabajados por la directora y el que sirve de basamento para ilustrar maravillosamente un realismo tan impactante, sincero y honesto jamás visto?
“La Ciénaga” es un relato que revela, como pinceladas inconclusas, fragmentos de la cotidianeidad de las familias de Mecha y Tali, durante un caluroso febrero en Salta. La primera es una mujer adulta, dueña de una finca, La Mandrágora. En ella se nuclea toda su familia, Gregorio, su esposo, con el que casi no se relacionan, y sus cuatro hijos: Vero, Momi, Joaquín y José. Líder de una familia de clase media-alta venida a menos, Mecha es una alcohólica que solo quiere hielo para refrescar su rojizo vino. Un accidente producto de su borrachera le provoca un sin número de cortaduras en el pecho. Este suceso la vuelve a poner en contacto con Tali, su prima, madre también de cuatro, Luchi, Agustina, Mariana y Martín, que vive en un pueblo cercano a la quinta. Esta se entera del trágico suceso en el hospital, donde atiende a su hijo menor, el cual ha sufrido una cortadura en la pierna.
Este es el puntapié para que se organice un día de campo en la estancia. Allí se reúnen las dos familias y ello desnuda sus conductas: Mecha solo quiere vino y deshacerse de su marido Gregorio, que es una persona inactiva en todo sentido. Ninguno de los dos presta atención a los hijos y solo se preocupan por mantener esa apariencia, ya sucia y manchada. José se acuesta con la amante de su padre y ex amiga de su madre. A su vez tiene una relación (incestuosa) con su hermana Vero y cierto complejo de edipo. Momi, es la única que se preocupa por Mecha, pero es criticada por su madre por la relación (lésbica) que mantiene con la mucama. Tali solo quiere relacionarse con la prima rica, aunque su esposo Rafael deteste a esa familia. Joaquín y Martín se dedican a la caza y a Luchi nadie le presta atención...
Los primos pasan una estadía en la quinta y entablan relación con la “servidumbre”, en las que se vislumbran diferencias de clase y discriminación encubierta. Tali, por otra parte, solo anhela poder concretar el viaje a Bolivia para comprar los útiles escolares, acompañada por su prima, y parecerse un poco a ella, aunque lo niegue.
La trágica muerte del pequeño Luchi funciona como desenlace en un filme que adolece de todo artificio y estructura clásica impuesta, y que funciona más bien como un mosaico en el que se exponen las miserias de una familia. Toda su fuerza reside, en efecto, en la manera en que Martel ha creado los métodos visuales y sonoros para transmitir, insinuado, una profunda reflexión de la que, según sus propias palabras, es la clase media en su provincia natal.
Desde el título la directora ha querido dejar huella, de lo que se nota, es un estilo muy personal y elaborado, poco visto en el cine tanto nacional como internacional. “La Ciénaga” es un terreno pantanoso, fangoso, del que no se puede salir. Atrapados, inmovilizados lucen todos los personajes, cuyas acciones parece que llegan a ninguna parte. Pero, ¿es en realidad así? La ciénaga no deja ver que es lo que se ha tragado. Oculta secretos, pasiones, odios y amores de una familia que se derrumba, pero que nadie quiere verlo.
Esta quietud en la narración (no traducida en aburrimiento) es mas que interesante. Llega a transmitir mucho mas. Da lugar a reflexiones planteadas de forma poco explícitas y donde lo que se omite es lo que mas peso tiene en el relato. Estas elipsis obligan al espectador a involucrarse de lleno en la vida de estas familias y a sacar sus propias conclusiones, las cuales pueden ser mas ricas que aquello que se da por sabido.
Toda la acción transcurre en La Mandrágora, planta que en la práctica funciona como anestésico. Los personajes están próximos a vivir un hecho doloroso, un corte. Esta especie de morfina resulta mas que efectiva para olvidar y vivir con indiferencia la tragedia inminente.
Las cicatrices no cierran. Los cortes de Mecha representan mucho mas que aquello físico. Ilustran heridas interiores que es difícil que cicatricen. Joaquín ha perdido un ojo, Luchi se cortó la pierna y José tiene cortes en la nariz, producto de la riña en el boliche. Anuncian algo que está pronto de acontecer.
Las relaciones familiares, el amor y el odio. Las heridas no cierran y la sangre brota en el alcohol, la sexualidad y el racismo. La insatisfacción se refleja en las relaciones entre los integrantes de la familia y con los ajenos a ella: extraños. El vino es de un rojo intenso, y se derrama casi proféticamente. Toda la familia se reune, no alrededor de una mesa, sino alrededor de una cama. Hablan, se pelean, intentan demostrar amor entre las sábanas, símbolo del desgano y la inactividad.
La tragedia está cerca y nadie se animaría a predecirla. Los deseos de comunicarse y ser escuchado. La importancia de lo banal, deja de lado lo trascendente y es así como ni siquiera su madre (que está mas interesada en el viaje) puede anunciar la muerte del pequeño Luchi. Presagiada a lo largo de todo el filme, resulta inevitable. En el mismo lugar del accidente, Luciano ha sido matado por su hermanita, como parte de un juego de niños. Fue disparado por su hermano y por su primo en el pantano. Fue acuchillado por su prima al relatar la historia de la rata africana que tiene una hilera doble de dientes (en ese momento el niño es bañado por su hermana como si fuese un animal). La muerte funciona como elemento catalizador. Podría ser como el agua que lava las heridas, pero estamos en la ciénaga. Y la misma se traga al pequeño Luchi, y con él todas las culpas. La tragedia es inevitable, pero intrascendente. Nadie se sobresalta, pues esa es la idea. Con esa muerte toda la mugre se tapa, se oculta, se hunde en el pantano, en la ciénaga.
“La Ciénaga” es un relato que revela, como pinceladas inconclusas, fragmentos de la cotidianeidad de las familias de Mecha y Tali, durante un caluroso febrero en Salta. La primera es una mujer adulta, dueña de una finca, La Mandrágora. En ella se nuclea toda su familia, Gregorio, su esposo, con el que casi no se relacionan, y sus cuatro hijos: Vero, Momi, Joaquín y José. Líder de una familia de clase media-alta venida a menos, Mecha es una alcohólica que solo quiere hielo para refrescar su rojizo vino. Un accidente producto de su borrachera le provoca un sin número de cortaduras en el pecho. Este suceso la vuelve a poner en contacto con Tali, su prima, madre también de cuatro, Luchi, Agustina, Mariana y Martín, que vive en un pueblo cercano a la quinta. Esta se entera del trágico suceso en el hospital, donde atiende a su hijo menor, el cual ha sufrido una cortadura en la pierna.
Este es el puntapié para que se organice un día de campo en la estancia. Allí se reúnen las dos familias y ello desnuda sus conductas: Mecha solo quiere vino y deshacerse de su marido Gregorio, que es una persona inactiva en todo sentido. Ninguno de los dos presta atención a los hijos y solo se preocupan por mantener esa apariencia, ya sucia y manchada. José se acuesta con la amante de su padre y ex amiga de su madre. A su vez tiene una relación (incestuosa) con su hermana Vero y cierto complejo de edipo. Momi, es la única que se preocupa por Mecha, pero es criticada por su madre por la relación (lésbica) que mantiene con la mucama. Tali solo quiere relacionarse con la prima rica, aunque su esposo Rafael deteste a esa familia. Joaquín y Martín se dedican a la caza y a Luchi nadie le presta atención...
Los primos pasan una estadía en la quinta y entablan relación con la “servidumbre”, en las que se vislumbran diferencias de clase y discriminación encubierta. Tali, por otra parte, solo anhela poder concretar el viaje a Bolivia para comprar los útiles escolares, acompañada por su prima, y parecerse un poco a ella, aunque lo niegue.
La trágica muerte del pequeño Luchi funciona como desenlace en un filme que adolece de todo artificio y estructura clásica impuesta, y que funciona más bien como un mosaico en el que se exponen las miserias de una familia. Toda su fuerza reside, en efecto, en la manera en que Martel ha creado los métodos visuales y sonoros para transmitir, insinuado, una profunda reflexión de la que, según sus propias palabras, es la clase media en su provincia natal.
Desde el título la directora ha querido dejar huella, de lo que se nota, es un estilo muy personal y elaborado, poco visto en el cine tanto nacional como internacional. “La Ciénaga” es un terreno pantanoso, fangoso, del que no se puede salir. Atrapados, inmovilizados lucen todos los personajes, cuyas acciones parece que llegan a ninguna parte. Pero, ¿es en realidad así? La ciénaga no deja ver que es lo que se ha tragado. Oculta secretos, pasiones, odios y amores de una familia que se derrumba, pero que nadie quiere verlo.
Esta quietud en la narración (no traducida en aburrimiento) es mas que interesante. Llega a transmitir mucho mas. Da lugar a reflexiones planteadas de forma poco explícitas y donde lo que se omite es lo que mas peso tiene en el relato. Estas elipsis obligan al espectador a involucrarse de lleno en la vida de estas familias y a sacar sus propias conclusiones, las cuales pueden ser mas ricas que aquello que se da por sabido.

Toda la acción transcurre en La Mandrágora, planta que en la práctica funciona como anestésico. Los personajes están próximos a vivir un hecho doloroso, un corte. Esta especie de morfina resulta mas que efectiva para olvidar y vivir con indiferencia la tragedia inminente.
Las cicatrices no cierran. Los cortes de Mecha representan mucho mas que aquello físico. Ilustran heridas interiores que es difícil que cicatricen. Joaquín ha perdido un ojo, Luchi se cortó la pierna y José tiene cortes en la nariz, producto de la riña en el boliche. Anuncian algo que está pronto de acontecer.
Las relaciones familiares, el amor y el odio. Las heridas no cierran y la sangre brota en el alcohol, la sexualidad y el racismo. La insatisfacción se refleja en las relaciones entre los integrantes de la familia y con los ajenos a ella: extraños. El vino es de un rojo intenso, y se derrama casi proféticamente. Toda la familia se reune, no alrededor de una mesa, sino alrededor de una cama. Hablan, se pelean, intentan demostrar amor entre las sábanas, símbolo del desgano y la inactividad.
La tragedia está cerca y nadie se animaría a predecirla. Los deseos de comunicarse y ser escuchado. La importancia de lo banal, deja de lado lo trascendente y es así como ni siquiera su madre (que está mas interesada en el viaje) puede anunciar la muerte del pequeño Luchi. Presagiada a lo largo de todo el filme, resulta inevitable. En el mismo lugar del accidente, Luciano ha sido matado por su hermanita, como parte de un juego de niños. Fue disparado por su hermano y por su primo en el pantano. Fue acuchillado por su prima al relatar la historia de la rata africana que tiene una hilera doble de dientes (en ese momento el niño es bañado por su hermana como si fuese un animal). La muerte funciona como elemento catalizador. Podría ser como el agua que lava las heridas, pero estamos en la ciénaga. Y la misma se traga al pequeño Luchi, y con él todas las culpas. La tragedia es inevitable, pero intrascendente. Nadie se sobresalta, pues esa es la idea. Con esa muerte toda la mugre se tapa, se oculta, se hunde en el pantano, en la ciénaga.
2 comentarios:
felicitaciones Trioni por su impecable critica y por su apuesta por rescatar joyitas que indudablemente siguen dejando mucha tela para cortar. La cienaga es una de esas peliculas en las cuales el trabajo intelectual del (buen)espectador no cesa ni un momento, y es bueno, muchos años mas tarde, hacer lo que hiciste vos de volver a sacarla a la luz, volver a mirarla y replantearse una y otra vez todo lo que Lucrecia Martel nos quiere decir y paradojicamente no nos dice...
Gracias por esta grata sorpresa!!!!!
Cocò
Cocó me haces poner colorado... Igual ya te dije todo por chat...
Gracias...
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